Ya nada será como iba a ser: cómo cambia la manera de envejecer
La vejez es también un fenómeno sociocultural, atravesado también por numerosos factores históricos, económicos y políticos. La (mala) reputación de la vejez tiene raíces concretas y bien antiguas: la época renacentista.
Mientras que en países orientales existe no solo un enorme respeto a los ancianos sino que también cumplen un importante rol social, en Occidente fue el Renacimiento el que acabó instalando la idea de que la peor etapa de la vida era la vejez. Más de 500 años atrás, Europa Occidental, se vio seducida por el legado de la Antigua Grecia, cuyos valores imperantes eran la juventud, la belleza y la perfección. Además, la invención de la imprenta hizo que la memoria oral, perteneciente a los mayores, dejara de ser imprescindible.
Finalmente, la Modernidad colocó al trabajo como la actividad más valorada en la sociedad, por lo cual los retiradas fueron invisibilizados y relegados. Por otro lado, el Estado asumió la responsabilidad de proteger a los ancianos, lo que alejó de alguna manera el cuidado por parte de las familias y cierta desconexión con la trasmisión de saberes y afectos.
La vejez del futuro
Todo cambio se gesta lentamente, incluso los grandes hitos se amasan por años. Y la concepción de la vejez, también. El famoso historiador israelí Yuval Noah Harari está convencido de que en el siglo XXI la humanidad buscará principalmente la inmortalidad. El ser humano querrá superar la vejez y la muerte.
Harari asegura que ya hay empresas, como Google, que están investigando cómo prolongar indefinidamente la vida. La bioingeniería permitirá reemplazar la selección natural por el diseño inteligente y superar así el envejecimiento y la muerte. La biotecnología, la inteligencia artificial y la recopilación y el análisis masivo de los datos personales acabarán por transformar los sistemas económicos.
Sin embargo, para Harari, el sentido de la vida sigue siendo la continua búsqueda de la felicidad, algo mucho más difícil de conseguir que la inmortalidad, porque para alcanzar la inmortalidad solo es necesario conocer el cuerpo, mientras que para llegar a la felicidad hay que conocer la mente, lo que aún es un misterio total